19.2.07

Ha desaparecido la perrita Culma

Ha desaparecido una perrita llamada Culma. Fue en el Albujón (Murcia) hace cosa de un mes. Es un cruce lejano con pastor, aunque para ser familia de pastor es más bien pequeña. Su pelo es de color marrón y negro, tiene una mancha blanca en el pecho y en las patas traseras. Sus orejas son puntiagudas.

Culma tiene unos seis años de edad, sus dueños la echan mucho de menos y estarían dispuestos a pagar una pequeña recompensa si alguien la encuentra.

Si sabéis algo de ella podéis llamar al teléfono 637 54 70 58

Os dejo una foto de la colega, no sale muy bien, pero al final no llegaron unas fotos a color que nos iban a mandar, así que mejor eso que nada.

Nota para los comentarios de Turchu: Me dicen que la perrita no es peligrosa, es muy lista pero que no se acerca fácilmente a un desconocido y que por favor, si la vuelves a ver intentes llevarla a un sitio seguro. Mientras intentamos conseguir fotos de más calidad.

Homenaje a Barón, el perro guardián de la universidad

Barón se ha ido. No sé si al cielo o al claustro, porque Barón era el perro guardián de la Universidad de Murcia. Toda su vida la pasó en el campus de la Merced y tenía clarísimo que su papel era no dejar entrar a ningún otro perro en el recinto ni a aquellos que no iban allí a estudiar.

Era un colega querido por todos, especialmente por los humanos del Servicio de Vigilancia, para quienes era uno más del equino, y no necesariamente el menos eficaz. Su afinadísimo olfato y diplomacia solucionaron más de un problemas en su larga carrera como vigilante universitario.

Varias promociones de estudiantes se graduaron y doctoraron bajo su tutela. Descanse en paz.

Les dejo un pequeño video y un artículo homenaje que han hecho los chicos de Eubacteria y les copio un texto de una bitácora en la que también hablan de él.



LUTO EN EL AULA 01

ÉL estaba allí mi primera noche de estudio en Aulario de la Merced y según descubrí poco después, llevaba ya arrancadas bastantes hojas del calendario por aquel entonces…

No me fijé hasta unas semanas más tarde. Había estado observándome con cuidado para ver quien era. Debió pensar que tenía futuro en aquello de mezclar nocturnidad, tubos fluorescentes y fotocopias a dos caras. Acertó de lleno con el pronóstico y vino a darse a conocer esa noche, durante un descanso de los de banco alejado y café capuchino.

Más bien pequeño, vestía de negro y parecía cansado, con la lengua fuera. Normal, pensé después de ver los esfuerzos que hacía para caminar. Una vez delante de mí, observé que en la mirada le repetían viejas convocatorias de exámenes que yo no había vivido. Era el nuevo, así que me quedé quieto. Estuvo curioseándome un buen rato y entonces lo entendí: venía a presentarse. Y no pensaba decir palabra en absoluto.

Tras ese encuentro, surgieron los interrogantes: de dónde había salido, qué hacía tanto tiempo en ese lugar… Ni siquiera conocía su nombre, si bien es cierto que jamás se lo llegué a preguntar. Entraba a clase de vez en cuando (su favorita era la sala grande de la planta baja), dormitaba más que estudiaba y era de los que prefería el aire fresco antes que una pila de apuntes por ojear. Pero a pesar de ser peculiar, tardé en darme cuenta de lo más importante. Un detalle que estaba ahí, pero en el que no había caído: NUNCA le pasabas falta. Era el compañero de aulario anónimo con el que sostienes interminables jornadas de estudio examen tras examen, año tras año, al cual te encuentras habitualmente durante largas temporadas y un día, dejas de ver… así de sencillo. Un día deja de ocurrir que sabes dónde se va a colocar esa noche y a qué hora se marchará a su casa.

Escuché hace poco discutir a dos catedráticos sobre el tiempo que llevaban en el campus. Sorpresa la mía al ver que, cuando afirmaban que el miembro más veterano de la Universidad de Murcia era tal o cual, no se tenía en cuenta al protagonista de esta historia. Y es que en años de facultad a las espaldas, nuestro amigo era un emérito y ganaba a todos los demás (Entiéndase, la vieja teoría de que envejecen siete años por cada año humano). Pero Barón no era de alardear: movía la cola, que no la lengua. Hablaba con los silencios me gusta pensar. Como también me gusta pensar que al igual que en la película… Todos los perros van al cielo.

13.2.07

Aparece Snowy en Barajas tras diez días perdido

Aunque el Canalla hace bastante honor a su nombre he de reconocer, por una vez y sin que sirva de precedente, que tal vez en alguna cosa haya tenido razón. Me refiero a la manía ésa de abandonarme en casa de la abuela cada vez que se va por ahí. Es algo que no me gusta nada de nada, pero tras conocer la historia del colega Snowy me alegro de no tener que ir a ese sitio llamado aeropuerto ni subir a un avión de esos.

Resulta que Snowy es un can británico que se fue con sus humanos de viaje en avión. Como los humanos son unos discriminadores no dejaron a Snowy ir con su humana y lo metieron vilmente en una jaula. Algo pasó, sin embargo, al llegar al aeropuerto, pues encontraron la jaula abierta pero Snowy no estaba.

Tras diez días perdido por el aeropuerto, los trabajadores de la compañía Iberia, con la colaboración de los colegas de El Refugio (no todos los humanos son tan canallas como el mío, las cosas como son) Snowy pudo al fin reencontrarse con sus humanos, que se habían quedado en Madrid buscándole todo este tiempo.

La noticia completa la cuenta el 20 Minutos (por cierto, les pondría el enlace de la noticia que publica El Refugio pero no he podido, dice el Canalla que me pasa porque esa página web de El Refugio sí que es una canallada, y que seguro que hasta les han cobrado por ella y todo, que no es ni accesible ni usable ni ná y no sé qué más que no entendí bien y que tiene que ver con las cosas ésas raras que habla él en sus ratos libres).

3.2.07

Pelu-tono para el móvil

No les digo nada nuevo si les cuento que el Canalla hace honor a su nombre. La última que me ha hecho es querer aprovecharse de mí para ganarse unos dineros.

Verán. Resulta que el muy canalla del Canalla tiene un nuevo teléfono, la cosa ésa que hace ruido y a la que luego le habla él sólo como un tontorrón durante un rato, pero decía que no le gustaba el ruido que hace cuando le llaman, así que se puso a probar ruidos de esos como un loco. Al final dijo el tío que para poner tonterías ajenas ponía tonterías propias. Así que, sin mi permiso ni nada, grabó mi lindo y exclusivo ladrido para ponerlo en el teléfono.

Eso no sería nada si no fuera porque ahora quiere hacer negocio con todo eso y ha pensado en hacer como ésos que mandan un mensaje con el móvil al 6666 con el texto "pelu-tono" y forrarse a mi costa.

Así que como no me da la gana de que haga negocio conmigo, al menos no sin darme a mí mi parte por los derechos de autor, ahí les regalo a vds el "pelu-tono" para quien lo quiera usar. Gratis, que no está bien que un canalla como el mío haga negocio a mi costa.

Descargar el "Pelu-tono" (.wav)