
Hay que ver el sermón que nos ha caído hoy. Sí, sí, ya saben quién ha sido: el Canalla.
Resulta que como las noches en el garaje se hacen muy largas el Cano y yo decidimos montarnos una fiestuki canina. Íbamos a invitar a toda la tropa, pero la complicada logística nos hizo dejarlo para otro momento, que esta era una cosa improvisada (queda pendiente, coleguis). Al final, como sólo éramos dos, pues la cosa no daba para un macro-botellón, así que tuvimos que dejarlo en micro-botellón, y gracias.
Lo bueno de estar en el garaje-almacén es que lo del almacén da mucho de sí. El Cano quedó a cargo de conseguir las cervecitas y el tío cumplió y se trajo todo un pack. Deshacer el paquete no fue complicado, lo que fastidió la juerga fue que luego no había manera de abrir los botes. Yo he visto siempre cómo me los abre el Canalla, pero para eso la patica y la uña canina no funciona bien, y a mordiscos sólo conseguimos hacer un pequeño agujero a un bote, poca cosa para montar un botellón en condiciones.
Lo peor es el sermón que nos echó el Canalla al día siguiente cuando vio lo que habíamos intentado hacer. Que si vamos por el mal camino, que si no tenemos edad, que si nos parecía bonita la imagen que íbamos a dar. Vamos, lo que se dice un sermón.
Pues menos mal que pudimos esconderlas a tiempo y no llegó a ver las colillas, que si no...