16.11.04

Rappel canino

Como parece que mis recién adquiridas aficiones futbolísticas les saben a poco a mis humanos, hoy me obligaron a hacer deporte de riesgo, rappel más exactamente.

Sí, como lo están oyendo. Pasaba ya largo tiempo desde la hora en que tocaba mi paseo vespertino, así que andaba yo avisando al canalla de mi humano, que se hacía el loco. Le gimoteaba un poco, le daba golpecitos con la patica en el brazo, le golpeaba suavemente en el lomo con mi hocico. Pero nada, él ahí escribiendo en el ordenador ése que, de muy tarde en tarde, me deja un rato y a regañadientes para que escriba mi crónica canina.

Al fin, conseguí que levantara su pesado culo del asiento y me hiciera caso, lo que celebré con mucha fiesta y mucho salto. Como parecía querer hacerse el remolón de nuevo, le volví a insistir de todos los modos que conozco, incluidos mis mejores saltos, ladridos y aullidos varios.

Algo desconcertado, me puso finalmente el arnés ese y salimos al patio. Una vez allí, cierra de golpe la puerta, se toca en los bolsillos y empieza a aullar unos tacos malsonantes que no reproduciré por deferencia al oído del sufrido lector.

Sólo conseguí entender algo sobre unas "putas llaves" y que estaba muy enfadado. Estuvo un rato dando vueltas por el patio, como dudando qué hacer. Y yo, mientras, ansioso porque no terminábamos de salir a la calle.

Finalmente, se volvió loco. No se me ocurre otra explicación, porque me miró con ojos raros mientras se reía a carcajadas. Entonces, se abalanzó sobre mí, me ató la correa al arnés y me alzó en todo lo alto. Yo, claro, me asusté, pensé que ya iba a hacerme algo malo. A continuación me puso arriba del todo de la verja del patio y me fue dejando caer del otro lado sujeto con la cuerda, a la que iba dando de sí poco a poco.

Y ahí me tienen a mí, muertecito de miedo, colgando como una mercancía, con las cuatro paticas al aire y con vértigo del ver el suelo tan abajo. Descargándome como un mueble. Y claro, no iba a dejar que me hicieran todo eso. Así que me intenté agarrar con las paticas a la valla, para volver a subir. Pero no hubo forma. Finalmente consiguió dejarme a mí fuera y a él dentro, y él mismo, en lugar de usar la puerta como hacen siempre estos humanos, se puso también a hacer el saltimbanqui y saltar la valla.

Así que ya estábamos los dos en la calle. Él riendo y yo muerto de miedo. Pero entonces la cosa se ha normalizado un poco. No sólo eso, sino que he dado uno de los paseos más largos de mi vida, y eso que hacía muucho frío, tanto que hasta yo, que soy muy peludo, notaba algo de fresquín.

Lo raro de este paseo, además de la larga duración, es que hemos pasado muchas veces por la puerta de casa, como si tras darme un paseo se arrepintiese, o le remordiese la conciencia por los malos tratos que me da, y decidiera darme un nuevo paseo, no sin antes volver a soltar algunos nuevos tacos.

Al final hasta yo empezaba a estar un poco harto de tanto paseo y de tanto volver a pasar por la puerta de casa para luego ni siquiera entrar en ella y seguir dando vueltas.

Cuando ya pensaba que la locura de mi humano le había hecho encasquillarse y ponerse a dar vueltas como un tonto para siempre jamás, volvemos a pasar por casa, pero esta vez estaba allí mi adorada humana, con lo que entramos los tres, ¡por fin!, y me hicieron los mimos de rigor.

Yo cada vez entiendo menos a estos humanos. Están locos perdidos ¿verdad?.

Lo del fútbol fue divertido, pero conmigo que no cuenten más para hacer deportes de montaña. Riesgo, lo justo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

duende

No sé que decir, tanta crueldad es demasiado, solo me consuela que en el fondo, te reiste de miedo viendo al canalla saltar la verja .... no se le rompieron los pantalones????

Anónimo dijo...

Manolo

Hola Peludo! Soy tu admirador desde México.
Lo que te ha sucedido es poco comparado con lo que una vez le sucedió a mi Morgan (un pastor alemán enorme) cuando ese cuento de las llaves me sucedió dejándolas dentro del auto, con todo y Morgan. Un par de horas encerrado con un calor de 35 grados mientras llegaba el repuesto bastaron para que Morgan no me dirigiera la palabra por varias semanas.

Hasta pronto!