Sopa de sobre

Es un rollo eso de la lluvia. No sólo porque me mojo mi linda pelambrera cuando salgo de paseo sino porque esos días, cuando nos abandonan al Cano y mí, en vez de hacerlo en nuestra terracilla nos dejan en el sitio ése donde pasamos la noche, junto al chisme ése que hace ruido y que llaman coche.

Y claro, si por el día también nos dejan ahí metidos, aunque dejen la luz encendida, pues uno se aburre, y tiene que dedicarse a explorar cualquier cosa que pueda servir de entretenimiento. Como también dejan ahí cosas de esas de comer pues uno inspecciona lo que puede (recuerden el pedo que se pilló el Cano con una cerveza).

Esta vez le tocó el turno a un paquete rojo que huele raro y al que hace tiempo que le tenía ganas. Dice el Canalla que eso se llama sopa de sobre. El caso es que cuando conseguimos abrirnos unos sobres de esos nos quedamos algo extrañados, porque sopa, lo que se dice sopa, no parecía aquello. El caso es que, después de pegarle un par de lametones a esos polvos raros uno le pilla cierto vicio al gustillo de esa cosa. Al final nos zampamos un sobre cada uno. No es jamón precisamente, pero no está mal la cosa. Eso sí, menuda sed que nos entró, y menuda la que montamos más tarde cuando salimos por ahí a hacer nuestras necesidades. Bueno, no entro en detalles, que la cosa es muy escatológica.

Lo que parece que no ha colado es el hacerle creer al Canalla que esto ha sido exclusivamente cosa del Cano, que para eso es el que tiene la mala fama en esta casa. Pero no, no se lo ha creído, dice que sabe perfectamente que yo también he sido. No consigo imaginar cómo lo habrá sabido. ¿Nos vigilará a escondidas?.