11.3.05

Rememoranzas de la vida callejera

Ayer volví a ser, durante un rato, un perrín callejero otra vez.

En la casa de mis humanos estuvieron ayer pululando unos humanos muy raros, que se dedicaron todo el tiempo a dar molestos golpes, y claro, no hay quien viva así todo el día. Yo les ladraba con toda la fuerza que podía que dejaran de molestar con esos ruidos. Pero ni caso.

Por si fuera poco, mis humanos canallas llegaron a dejarme sólo con esos tipos. Por un momento llegué a temer que me fueran a dar el cambiazo, cosa que tampoco me apetecía demasiado, pues mis humanos, aunque canallas, no son tan ruidosos.

Más tarde, los humanos ésos molestos también se fueron, momento que aproveché para escabullirme entre sus piernas y salir corriendo de casa bien rápido.

Hacía tiempo que no conseguía escaparme por ahí yo sólo. Fue excitante poder volver a corretear por ahí sin un humano que le lleve a uno atado, o aunque sea suelto pero continuamente dándo órdenes: "Peludo, ven aquí!", "¡Por aquí, por aquí!", "¡Vamos!", "¡Espera!". Uff, estaba harto.

Así que me dí unas cuantas vueltas por el barrio, por las huertas de arriba, y saludé a un par de perrines muy más amiguitos míos que ví por allí. Pero claro, al final me empecé a aburrir, y me entró hambre y querencia de mimos.

Fue entonces cuando recordé aquellos malos ratos que pasé cuando me abandonaron: el hambre, la sed, el frío, el desprecio, la intranquilidad de vagar por ahí... Uff, no, otra vez no.

Así que volví de nuevo a casa. Lo malo es que aquello estaba cerrado y allí no había nadie. Y ahí me tuve que colocar, sentadito en la puerta de casa, que más parecía un portero que otra cosa.

El tiempo pasaba y allí no venía nadie. A ver si iba a resultar que entre todos habían maquinado una nueva estratagema para volver a abandonarme. Estaba ya muy preocupado. Se hizo de noche, empezó a hacer frío. Hummm, mal rollo, eso ya me sonaba a mí. Abandono otra vez.

En estas cábalas estaba cuando le llegó a mi poderoso hocico un olor familiar. Sin darme cuenta ya estaba mi rabito moviéndose frenético y yo dando saltitos. Ahí venía mi humano.

Tal alegría me dió que salí corriendo hacia él y, cuando estaba a un par de metros, salté sobre él con todas mis fuerzas, tanto que, aunque caí sobre sus brazos como yo pretendía, del impulso nos fuimos a dar los dos en el suelo, momento que aproveché para lametearle la cara bien lamida.

Serán unos canallas, pero mira, son los míos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jo... q grande.

El martes le pasó lo mismo a un amigo mio... no veas qué preocupación! apareció al dia siguiente, menos mal.

Peludín, no te escapes mas!

Melisa dijo...

Hola Peludín, no se si llevas una chapita en el collar con el teléfono de tus amos canallas grabado. De no ser así, pídeles que te compren una para tu próximo cumpleaños. Son lo más útil en caso de pérdida. Todos los perrines deberían llevarlo...

Anónimo dijo...

Peludin,la próxima vez dejales una nota de que te vas a dar una vuelta. No tienes disculpa, con el nuevo teclado que te han puesto tus amos y lo listin que eres...
Asi evitarás pasarlo mal.
Ladridos amigosos.