25.3.05

Un mal encuentro

El otro día casi me agrede un humano. Sí, sí, como lo oyen. Y ni siquiera era el mío.

Íbamos mi humano y yo a dar un paseo en coche, de esos que me gustan a mí. Como el muy canalla sabe lo mucho que me gustan dichos paseos ni me ata ni nada para ir desde la casa al coche, que está junto a la puerta, pues sabe que no me escaparé, ya que prefiero una vuelta en el coche a vagabundear por ahí escapado.

Justo al salir, mi humano se entretuvo hablando con un vecino, momento que aproveché para acercarme a saludar a un perrín del barrio al que aún no había tenido ocasión de conocer bien, pese a que vive poco más abajo, en la calle de al lado.

Pero resultó que dicho perrín no era precisamente sociable, ni quería ser uno de mis muy más mejores amiguitos ni nada por el estilo. Al contrario, se puso a ladrarme con auténtica mala leche, incluso trató de pegarme y todo, y sólo porque me acerqué a él. Tan mala leche puso que yo me tuve que poner a la defensiva y empecé a ladrarle también. Claro, no me iba a dejar intimidar por un perrín antipático.

Fue entonces cuando el humano del perrajo malasangre éste se puso a ladrarme él también. Sí, sí, ladrar, pues no se puede decir que fuera hablar lo que hacía entonces, y además, mucho más airado aún que su perrín.

Para cuando mi humano se fue a dar cuenta, absorto de espaldas en su otra conversación, ya estaban ese otro humano y su perro encolerizados vivos, diciendo y ladrando de todo. Acudió entonces mi humano y me tomó en brazos, pero el otro humano no paraba de ladrar bien alto cosas muy feas. Con todo el ruido que armaban éste y su perrín, sólo acerté a entenderle algo que repitió muchas veces, sobre que me iba a arrancar la cabeza a patadas o algo así de feo.

Para entonces, mi humano me tenía ya sujeto, a la altura de su cintura, de forma que yo tenía casi a mi alcance la del otro humano. Cuando vi cómo se ponía la cosa de fea lancé una mirada cómplice a mi humano. Sólo tenía que acercarme un poco más al otro humano y así podría pegarle un buen mordisco en sus partes blandas, ahí donde más le duele. Pero mi humano no se enteraba de mi maniobra. Yo lanzaba discretos intendos de mordida, pero no conseguía acertarle, y sólo daba bocados al aire.

Mi canalla parecía no enterarse de nada, pues de la sorpresa seguía todavía con la boca abierta y sin decir nada, mientras el otro tipejo seguía echando espumarajos por la boca.

A todo esto, el otro perrín hasta se había callado y todo, más atento y divertido con las tonterías que decía su humano y con lo absurdo de la situación que pendiente de meterse conmigo.

Al final, como mi humano estaba aún más sorprendido que yo, y no llegó a reaccionar de la pura estupefacción, la cosa no pasó a mayores, y el perrín aquél y yo nos quedamos mirando entre extrañados y preocupados. Le dije con la mirada: "están locos estos humanos, ¿al tuyo de qué cuadra lo has sacado?", porque estaba claro que no era de otro sitio de donde procedía el malhumorado y malasangre humano ése.

Fíjense la que se armó porque me acerqué pacíficamente a saludar a mi vecino. No quiero ni pensar qué hubiera pasado si en la disputa consigo acertarle a ese humano una buena mordida en sus partes blandas.

Qué falta de talante...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Algunos amos de perros tienen más mala baba que estos, no creo que fuera para que el tipo se enojara tanto... Y más teniendo él uno, no sé, se espera un poco de comprensión, digo yo :-S
Bueno a lo que dicen: de tal amo tal perro XD

Anónimo dijo...

si de tal amo tal perro, el amo de peludo no tiene razón alguna para pegar una sola queja de nuestro amigo, asi que mucho cuidado! :)

Anónimo dijo...

Por eso me gusta tanto vivir a las afueras y tener un jardin para mi solo, pasear con mi humana suelto y sin que nadie se asuste cuando paso por su lado. Mis 45 kilos de peso acojonan.