Ése es el nombre que los humanos dan a un enorme charco donde cabrían todos los perros del mundo. La verdad es que es un auténtico desperdicio, porque ese agua ni siquiera se puede beber, pues sabe a pipí de gato.
Obviamente, dado que me recuerda lo que me recuerda, no parece que bañarse ahí sea nada apetecible, pues creo haber comentado ya que no me gustan nada los baños ni el pipí de gato.
La verdad es que fue un día muy trabajoso, pues todo ese gran charco estaba rodeado de cientos de palmeras, en las que tuve que dejar mi marca de identidad, y claro, uno no tiene una vejiga infinita.
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