Un día de verano me llevaron a un sitio donde había otros colegas. Ya había estado allí de visita un día, me habían hecho algo por la zona del lomo, que no pude ver, y me dieron a comer una pastilla que sabía a pipí de gato.
Esta vez, en cambio, la humana de verde cogió en su mano un bicho muy raro, con un rabo finito pero muy largo que llegaba hasta la pared y que hacía un ruido muy molesto. El animalejo ese se comió casi todo mi pelo y me dejó, literalmente, en pelotas.
No tengo claro para qué me hicieron tan molesto y extraño corte de pelo, pues al principio hasta sentía molestias en la espalda, como pequeños pinchazos y picores, al ponerme en mi postura favorita: panza arriba.
Casualmente, desde aquel día el molesto sol del verano empezó a ser menos molesto, pero no veas la vergüenza que tiene que pasar uno cuando lo sacan por la calle prácticamente sin pelo y, encima, tienen el morro de decirme en voz alta “¡Peludo!”.
Cuánta humillación hay que sufrir de estos humanos...
1 comentario:
QUE FOME LA HISTORIA..QUERIAS QUE FUERA CONMOBEDORA....ERROR..!
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