11.9.04

La Adopción

Soy un perro. Sí ¿que pasa?. ¿No puedo contar yo lo que me de la gana en un blog? Y a mí qué más me da si no soy humano.

Bueno, a lo que iba. Tengo un pequeño problema de memoria, y es que resulta que hace poco me abandonaron y me dejaron por ahí tirado. De esa época no soy capaz de recordar nada, pues fue muy traumático para mí. Sí, no te lo tomes a coña, que los perros también tenemos traumas.

El caso es que cuando llevaba varios días conociendo la vida del perro callejero me dí cuenta de que eso no era vida para mí. Como aventura no está mal, pero para siempre como que se hace duro eso de pasar hambre y que le peguen a uno de vez en cuando. Además, los días de lluvia y frío da gusto pasarlos tumbado en una manta, panza arriba y, si puede ser, con una buena estufa cerca.

Así que me di una vuelta por el barrio donde me habían abandonado. Encontré unos humanos que no tenían mala pinta, de su cocina salían muy buenos olores y me cayeron bien nada más verlos. No tenían pinta de maltratar perros como yo.

“Esta es la mía”. Me dije. E hice de su puerta mi trinchera. Allí pasé varios días hasta que se produjo la adopción. La táctica era simple: llamar a la puerta y, cuando abrieran, hacer todas las monerías que sé hacer: dar saltitos, gemir, tumbarme panza arriba (eso es lo que mejor se me da) y darles lametones a la menor ocasión. Ahh, claro, dar ladridos lastimosos y poner cara de pena también se me da muy bien, y creo que funcionó.


En plena adopción

En plena faena de adopción

Costó trabajo, y cuando ya casi había perdido la esperanza y empezaba a pensar en buscarme a otra gente empezó a caer agua del cielo. Mucha agua. Nunca me gustaron los baños, pero mucho menos bañarme en mitad de la calle, todo el rato y sin tener quién me seque. Además, demonio, hacía frío y era muy desagradable.

De pronto, se abrió la puerta de la casa y, como ya había hecho en las ocasiones anteriores, entré dentro todo lo rápido que pude. La diferencia esta vez es que, en lugar de regañarme y echarme a la calle como las anteriores veces, me hicieron mimos, me secaron y me dieron de comer.

Uff, qué trabajo con estos humanos. Al fin habían dejado que los adoptara.

2 comentarios:

Melisa dijo...

El 11 de septiembre, pero del 2001, me adoptó a mi me hermosa niña peluda Mina. ¡Qué sea por muchos años!

ELMOREA dijo...

Enhorabuena de veras. Por Peludo, por tu forma de escribir y por el buen rato que estoy pasando;). Saludos